La profesora no parecía tener
mucha experiencia. Sin embargo intuyó que el ambiente en una reunión de solo
profesores no iba a darle beneplácito inmediato ni sencillo a su propuesta de
investigación, la cual debía trabajar
con estudiantes en un solo semestre al tiempo que ofrecía el programa del curso
con lecturas en inglés, invitaba profesores a conversatorios no remunerados,
actualizaba la bibliografía del programa, incluía nuevas estrategias
pedagógicas, evaluaba a sus 30 estudiantes de cada curso con retroalimentación
personalizada y escribía al menos un artículo para que tuviera “algo que
mostrar” al final del semestre, todo por $40.000 la hora [firmada y comprobada]
de clase.
Tenía ella una tarea titánica, y
lo exponía ante nosotros, los asistentes y jueces de los proyectos, una jauría de egos resabiados encarnados por profesores, decanos, directivos y administrativos. La misión consistía en enmarcar
una sola pregunta de investigación para los cursos que tenía a cargo, sin importar que estos fueran diferentes entre sí, en cuanto a sus nombres, contenidos
temáticos, bibliografías y hasta naturaleza disciplinar. Toda la actividad y el
enredo constituían el resultado de uno de esos inventos de los profesores "geniales" que asesoran a una facultad que está huérfana de ideas y que compra el
discurso de un charlatán que se hace amigo del decano, le lleva las compras, lo
invita a almorzar y se gana un espacio para posar de intelectual, de genio
incomprendido, de hombre brillante al que nadie entiende, pero que esta vez va
a ofrecer una idea novedosa para organizar a la facultad, eso sí, ejerciendo con
agrado extremo, algún tipo de poder sobre los demás.
Ante el escenario complejo,
cumpliendo una tarea que consistía en encontrar la cuadratura del círculo, puesto
que tampoco existía una metodología clara del trabajo a realizar, la profesora
se presentó con una combinación de dulzura novata y premonición de ataque. Un cordero rumbo al matadero. Por eso, ante un
auditorio difícil, en el que todos son cordiales a la entrada, pero atentos al mínimo aviso de sangre para lanzar las fauces al ataque, para mostrarse, enaltecerse a ellos mismos, se presenta esta heroína, buscando convencer a un auditorio lleno de
dudas en el que nadie sabe para dónde dirigir las ideas pues la pauta existente
es peor, por mucho, que andar a la deriva.
Había solo un común denominador
entre ella y el conjunto de profesores asistentes, ninguno sabía cómo enfrentar
el problema de hacer una pregunta que uniera forzosamente cursos de naturalezas
diferentes, que podían ser tres, o hasta seis, número que depende en muchas ocasiones de lo bien
que se le cayera al coordinador o secretaria de turno.
Como uno de los varios
asistentes, creí que hizo bien la profesora cuando solicitó públicamente en ese
salón frío y lleno de tristes personajes que cumplen por cumplir, algo a lo que
denominó: “Humildad Académica”.
Pero no fue lo que pensaron los
demás. La destrozaron. Ante el menor asomo de duda en las palabras de su
presentación en power point, fueron como dirían los españoles: “A por ella”. Los
profesores olvidaron que no sabían realmente el propósito de la actividad, que
estaban allí a sabiendas de que el escenario era un teatro obligado, que ellos tampoco
tenían claros sus propios proyectos y, peor aún, se alejaron de su labor de
construcción de ideas y omitieron que ante la solicitud de la profe novata podrían
haber buscado sumar en lugar de destruir su trabajo. Especialmente lo olvidó el
profesor guía, puesto que fue, sin dudarlo el primero en señalarla, atacarla, empalarla
sin haberle brindado la orientación ni las herramientas para materializa su
tarea incomprensible.
Todos salieron convencidos de que
hacían aportes al trabajo de la profe, creyendo que sus comentarios mejoraban
su propuesta cuando en realidad les dejaba a ellos la idea de sentirse
superiores y les permitía en últimas cumplir su cometido en la reunión, se habían
dejado ver más allá de firmar la planilla que solo importa para los no asistentes, habían logrado autoconvencerse de su inteligencia, sumaban un escalón para volver a ser contratados en el próximo semestre -de cuatro meses-.
Al salir de la reunión vi en esa profesora
primeriza aún algo de miedo, pero más evidente era su tristeza e insatisfacción
con el espacio y el ejercicio. Por fortuna, la hora ya apremiaba para perderse en las clases
propias y en el regreso a casa, tal vez esto último, lo que más le importó
finalmente.
Fue una dura lección que se
repite constantemente en las universidades. Quien muestra inseguridad, requiere
asesoría, busca acompañamiento, muestra ilusión, es paradójicamente acechado por colegas, que como buitres huelen el miedo y la candidez del nuevo.
Aprovechan sin dudar para exponer su propia hoja de vida, los defectos en las
ideas del otro y lucir como los únicos dueños del conocimiento.
Si existe algo escaso en la
academia es justamente la Humildad Académica que ella solicitó. Probablemente
la profe no la vuelva a invocar.
2 comentarios
Hola Andres,
ResponderEliminarHe leido algunos de sus blogs. Estan muy buenos, muy sinceros.
No se si me reconozca. Me llamo Nestor Garza, creo que vimos un curso juntos en la maestria en economia.
Se trata de cultivar un espacio auténtico, muy ligado a la cotidianidad q enmarca la labor docente. En esto se aprecian buenas y malas culturas, así como momentos de logros y decepciones. Gracias por la lectura y el comentario. Estaré atento a sus valiosas opiniones.
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