CIUDAD DE DIOS

agosto 14, 2017



TEMÁTICAS: ECONOMÍA INSTITUCIONAL - DESARROLLO ECONÓMICO - PENSAMIENTO ECONÓMICO.


Es frecuente encontrar críticas literarias, teóricas, empíricas, científicas y de la cotidianidad a las formas de organización que utilizamos en los países latinoamericanos. Expertos europeos, asiáticos y norteamericanos, así como las corporaciones internacionales que tratan los problemas del desarrollo, empleo, pobreza, medio ambiente, entre otros, realizan llamados recurrentes para que nuestras naciones busquen mecanismos que permitan formalizar el empleo, hacer a los individuos más respetuosos de las leyes, partícipes de la democracia, apropiados de la idea de cultura y tolerancia, dinámicos en la construcción, debate y cumplimiento sobre las normas que permiten nuestro relacionamiento.

Ciudad de Dios (originalmente Cidade de Deus) es una cinta brasilera del 2002 que muestra el enorme fracaso de estos llamados y de las políticas públicas que han procurado seguirlos. La historia real de la vida de “Buscapé”, el protagonista principal, se desarrolla en el contexto de un barrio marginal, una favela de Río de Janeiro, que se construyó con el propósito de solventar problemas habitacionales para personas de bajos recursos en una ciudad enorme, pero que, no tuvo en cuenta el acceso a los servicios públicos domiciliarios, ni la presencia del Estado para atender los diferentes servicios sociales. Dicho entorno genera un caldo de cultivo para familias que se irrespetan, normas que se ignoran en el mejor de los casos y se eluden con sorna y sin pudor en el otro extremo, pérdida de los valores, irrespeto a los derechos humanos, violación del derecho a la vida, a la libertad de movilizarse, entre otros.
La informalidad, la ausencia del Estado, el abandono de los ciudadanos a su suerte, las luchas por el poder de las bandas criminales, la ilegalidad y los altos índices de homicidios, constituyen el entorno que envuelve a esta comunidad latinoamericana, materializándose de las peores maneras a través de una cotidianidad que transcurre con violaciones, robos, asesinatos, tráfico de armas, de drogas, de personas.
Si bien el film puede ser abordado desde múltiples visiones en economía, se trabajarán apenas dos, dejando la primera apenas en forma enunciativa por cuestiones de espacio, y colocando el énfasis en la segunda. Se trata en ambos casos de abordar el análisis a partir de las escuelas de pensamiento económico, puesto que una perspectiva desde la cual es posible escribir estas líneas refiere a la escuela institucionalista; mientras que la segunda visión refiere a utilizar las posturas de economistas pertenecientes a la escuela clásica de la economía y sus posiciones acerca de la conveniencia de las formas de la lucha contra la pobreza.
En cuanto a la primera, en efecto, la economía institucional otorga un papel fundamental a las instituciones entendidas como el conjunto de reglas formales e informales que moldean el conjunto de relaciones sociales. Así, las instituciones diferenciadas de las organizaciones, son declaradas como el factor determinante para explicar el grado de progreso de una sociedad, North (1993). Dos de sus reconocidos exponentes, Dani Rodrik y Douglas North defienden su importancia al señalar que son estas quienes configuran las posibilidades de desarrollo de una nación, debido a que la eficacia para respetar y garantizar el orden es elemento esencial para generar riqueza.
La situación de los protagonistas y de sus lazos con la sociedad evidencia la existencia de una mayor importancia por los códigos y reglas informales que por las formales. En efecto, el deber ser de la fuerza pública en Ciudad de Dios encarna desinterés de la policía en unos casos y, corrupción y complicidad delictiva en el extremo más negativo de su accionar. Las normas, los códigos, los derechos, las leyes, son letra muerta en esta favela, no importan, no existen, o si existen se ignoran convirtiéndose en una suma de ley de burlas.
Por su parte, las “normas” sociales que rigen al barrio, que se materializan en el silencio ante una fechoría, la complicidad al robo del camión de cilindros de gas, las delimitaciones de territorios pertenecientes a cada banda, las formas de organización de las bandas criminales, sus causas o motivos de origen, son aspectos de las instituciones informales que imperan en esta sociedad.
Estos códigos informales, surgidos de la cotidianidad de los individuos y de los patrones culturales, son cambiantes según la teoría económica, aunque, paradójicamente pueden ser en ocasiones más eficaces que los códigos formales. Un buen ejemplo de esto es observar las zonas dominadas por Zé Pequeño, cuyos niveles de delincuencia, violaciones, hurtos y transgresiones a la ley son pocas, pero esto no se debe al respeto por la ley formal, sino por el miedo al castigo que puede propinar su pandilla por atraer a la policía que puede interferir con sus actividades de venta de drogas.
Si bien el ejemplo puede inducir a pensar en una mayor conveniencia del respeto a las normas informales, cierto es que su implantación puede ser efímera y que las situaciones que permiten un desarrollo del tribalismo hace que los códigos se rompan con frecuencia, se subvaloren o que las condiciones endebles en torno a los valores y las formas de toma de decisiones, hagan tan flexibles las normas que no se sepa cual respetar. Esto es evidente al finalizar la película cuando el grupo de niños que toman el poder en la favela encuentran cualquier motivo para asesinar a sus compañeros y excompañeros.
La historia real sobre la cual se basa la película, proporciona un escenario perfecto de análisis para revisar la baja eficiencia de los códigos escritos y la lejanía de los mismos frente a las realidades de acción de los habitantes de las favelas, al tiempo que es posible reflexionar acerca del porqué de algunos resultados llamativos de normas que provienen de la cotidianidad de los habitantes y las velocidades a las que se transforman. En suma, mientras que las instituciones formales son estáticas y alejadas de la realidad de los habitantes, las informales son cercanas y dinámicas, pero inestables y explosivas para el orden social.
En cuanto a la segunda, se debe tener presente que las formas de atender a la situación de pobreza, miseria y falta de vivienda han sido temas recurrentes de debate en el mundo de nosotros, los economistas. Pero dichas formas y las posiciones particulares acerca del deber ser del papel del Estado en la economía para disminuir el fenómeno de la pobreza son múltiples y amplias, por tanto, se desarrollará el tema únicamente a partir de las visiones de algunos destacados economistas pertenecientes a la escuela clásica.
Desde la famosa Ley de Pobres promulgada por la reina Isabel I en 1601, se ha abordado el tema con el fin de encontrar soluciones para los individuos con bajos recursos económicos. En el inicio de esta intervención estatal para disminuir el problema de la pobreza, se pensó en financiar a través de impuestos locales la entrega de limosnas y asilos, así como de capacitación para el trabajo para los niños pobres y, castigos materializados en cárcel para quienes no quisieran trabajar.

Leyes posteriores como las Leyes de Asentamiento, buscaban identificar los espacios geográficos más vulnerables y evitar el traslado de pobres de una provincia a otra, para evitarle a esta última nuevos costos. Estas fueron atacadas por Thomas Malthus por impedir la libre movilidad de los trabajadores y en la práctica, recurrentemente fueron eludidas. Por su parte la Ley de Gilbert ofrecía asilo con cargo a las finanzas de las localidades a quienes no encontraban trabajo, realizando la función de subsidio al desempleo.
Estos últimos y otros subsidios fueron aumentando en Europa tanto en número como en diversidad de acuerdo a contextos como las sequías o las guerras napoleónicas, con el fin de garantizar salarios de sustento a las familias. Las altas cargas generadas a las finanzas locales en compañía de las críticas de Smith, Malthus, David Ricardo, Senior entre otros economistas a la implantación de las Leyes de Pobres, derivaron en cambios como la idea de ofrecer vivienda propia y no asilo a los trabajadores, financiación desde el nivel nacional y no local para atender a sus demandas, convirtiendo a Inglaterra en el epicentro de la reflexión sobre política económica de la época, tanto para los teóricos como para los políticos y las diferentes naciones que buscaban las maneras de enfrentar el problema.
Los debates entre estos reconocidos economistas giran en torno a la conveniencia de la existencia de los subsidios y, de manera más general acerca de la utilidad de atender a la población de bajos recursos. Malthus fue quien arremetió con más fuerza pidiendo un desmonte gradual de los mismos hasta llegar a su eliminación; argumentaba que mayores subsidios no generarían mejoras en las condiciones de los pobres, pero sí problemas inflacionarios a toda la sociedad al brindarles mayor poder adquisitivo; además para el autor de la Teoría de la Población, entregar los subsidios evitaba que las rentas llegaran a la clase productiva y solamente reproduciría pobreza.
Por otra parte, Adam Smith reconoció falta de eficiencia al distinguir entre trabajadores productivos y quienes no lo son, enunciando con esto que existen pobres ociosos que se aprovechan del sistema y que pueden convertirse en carga eterna para las finanzas locales. A su vez, David Ricardo entendía a las leyes en mención como responsables de la falta de competencia libre entre trabajadores y de disminución de la productividad, ya que en su visión, a pesar de ser normas benevolentes con los pobres, no lograban sacarlos de su condición y, en cambio, sí empeoraban las condiciones de los ricos al absorber las rentas nacionales.


Estas posiciones abren un debate de alta complejidad y amplio espectro, puesto que, por un lado, dejar a los pobres a su suerte es un ejercicio falto de solidaridad en el que no se reconoce el ejercicio de la ciudadanía y de cobertura de derechos a todos los miembros de la nación, pero por otro, un trabajador receptor de diferentes subsidios no necesita esforzarse por hacer bien su labor, puesto que sabe que el Estado saldrá a apoyarlo. En el punto más extremo de su argumentación, Senior (1836), afirmaba que, así, el trabajador “no necesita afanarse por buscar trabajo (…) ni temer que su ociosidad y embriaguez dañen a su familia, en definitiva tiene la seguridad de que podrá subsistir, del mismo modo que la tiene un esclavo, pero sin el riesgo de sufrir un castigo”.
Ramsey constituye una contraparte de esta posición. Fue defensor de las Leyes de Pobres, podría decirse que no tanto por convicción teórica, sino por practicidad, puesto que argumentaba que sin ellas, los acaudalados tendrían que defender ellos mismos –con espadas- el ejercicio de su propiedad privada, el resultado de su gestión y riqueza, de aquellos que morían de hambre y que se negaban a exiliarse sin más que la pobreza. La indeseabilidad del escenario descrito lo haría partícipe de votar por la estabilidad de las Leyes de pobres.
En Ciudad de Dios, es evidente la ausencia del Estado, sin Leyes de Pobres, o con existencia de ellas, pero en presencia de su ineficiencia. Así, reina la anarquía, el irrespeto, la ausencia de valores individuales y colectivos. El film evidencia la importancia de la participación del Estado en la vida y el desarrollo de posibilidades de los ciudadanos.
Puede argumentarse sin dejar de ser un lugar común, que las políticas públicas adecuadas hacia los que menos recursos poseen deben ser integrales. No se trata solo de ofrecer un techo como en la favela carioca. Se trata de pensar en mecanismos de inclusión social, de participación política, de apoyo laboral, entre otras. La informalidad y la ilegalidad imperan en nuestras sociedades, es inadecuado desentenderse de estos problemas y de las familias que los padecen.
Olvidar o subestimar el problema puede generar contextos para nuevas y peores Ciudades de Dios. El final de la película es muestra de ello, cuando Ze Pequeño es baleado por los nuevos chicos ambiciosos del barrio, mostrando que la pobreza y las consecuencias derivadas de ella pueden convertirse en un monstruo de mil cabezas sobre el que es difícil identificar su origen, pero es sencillo adivinar que tiende a la longevidad.
De acuerdo a las ideas de algunos referentes clásicos del pensamiento económico, la maldad, la ausencia de bienestar, el olvido de la importancia del tejido social pueden enfrentarnos a realidades cada vez más duras, en las que el sálvese quien pueda, rige las relaciones sociales. Pero si se concede razón a Senior en que “todo hombre desea obtener riqueza adicional con el mínimo sacrificio posible”, es entonces posible beneficiarse de un Estado que financia la pereza, brinda paños de agua tibia a problemas crecientes, sentidos por la sociedad, y que se lava las manos con soluciones cortoplacistas.
Dicho en otras palabras, las posturas de los pensadores clásicos relacionadas en el presente escrito, muestran que el esquema de incentivos en presencia de leyes dirigidas a los pobres, puede ser contraproducente para la productividad, la riqueza social y para el entendimiento del trabajo como medio de progreso individual y colectivo. Pero su ausencia, facilita el deterioro de las condiciones de los menos favorecidos, los deja a su suerte, e invisibiliza sus penurias. Es una dura disyuntiva social la que presentan los clásicos.

Por supuesto, hay cabida para todas las posiciones teóricas, empíricas, intuitivas y personales, por tanto, después de ver Ciudad de Dios, con base en estas reflexiones, nos queda preguntar: ¿En qué posición se encuentra respecto a las ideas enunciadas?, ¿considera más adecuados las instituciones formales a las informales en aras de imprimir cambios en sociedades como la que presenta la película?, ¿está de acuerdo con Smith, con Ramsey, con Ricardo, Malthus, o prefiere el Estado del Bienestar?, ¿desea añadir alguna visión complementaria?

Estos no son interrogantes menores en nuestras sociedades latinoamericanas en las que la pobreza es persistente hace que se requieran debates, consensos y acciones públicas factibles y duraderas para materializar incentivos e instituciones adecuadas, además de requerir del diseño de mecanismos que financien de manera eficaz y sostenible su implantación y seguimiento. Todo esto en pro de que las ciudades del hombre latinoamericano tengan más bienestar, solidaridad, paz, tranquilidad y respeto por la vida que la “Cidade de Deus”.

Para ver la película completa, da click en el siguiente enlace:

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