HUMILDAD ACADÉMICA

abril 29, 2020

La profesora no parecía tener mucha experiencia. Sin embargo intuyó que el ambiente en una reunión de solo profesores no iba a darle beneplácito inmediato ni sencillo a su propuesta de investigación, la cual debía  trabajar con estudiantes en un solo semestre al tiempo que ofrecía el programa del curso con lecturas en inglés, invitaba profesores a conversatorios no remunerados, actualizaba la bibliografía del programa, incluía nuevas estrategias pedagógicas, evaluaba a sus 30 estudiantes de cada curso con retroalimentación personalizada y escribía al menos un artículo para que tuviera “algo que mostrar” al final del semestre, todo por $40.000 la hora [firmada y comprobada] de clase.

Tenía ella una tarea titánica, y lo exponía ante nosotros, los asistentes y jueces de los proyectos, una jauría de egos resabiados encarnados por profesores, decanos, directivos y administrativos. La misión consistía en enmarcar una sola pregunta de investigación para los cursos que tenía a cargo, sin importar que estos fueran diferentes entre sí, en cuanto a sus nombres, contenidos temáticos, bibliografías y hasta naturaleza disciplinar. Toda la actividad y el enredo constituían el resultado de uno de esos inventos de los profesores "geniales" que asesoran a una facultad que está huérfana de ideas y que compra el discurso de un charlatán que se hace amigo del decano, le lleva las compras, lo invita a almorzar y se gana un espacio para posar de intelectual, de genio incomprendido, de hombre brillante al que nadie entiende, pero que esta vez va a ofrecer una idea novedosa para organizar a la facultad, eso sí, ejerciendo con agrado extremo, algún tipo de poder sobre los demás.

Ante el escenario complejo, cumpliendo una tarea que consistía en encontrar la cuadratura del círculo, puesto que tampoco existía una metodología clara del trabajo a realizar, la profesora se presentó con una combinación de dulzura novata y premonición de ataque. Un cordero rumbo al matadero. Por eso, ante un auditorio difícil, en el que todos son cordiales a la entrada, pero atentos al mínimo aviso de sangre para lanzar las fauces al ataque, para mostrarse, enaltecerse a ellos mismos, se presenta esta heroína, buscando convencer a un auditorio lleno de dudas en el que nadie sabe para dónde dirigir las ideas pues la pauta existente es peor, por mucho, que andar a la deriva.

Había solo un común denominador entre ella y el conjunto de profesores asistentes, ninguno sabía cómo enfrentar el problema de hacer una pregunta que uniera forzosamente cursos de naturalezas diferentes, que podían ser tres, o hasta seis, número que depende en muchas ocasiones de lo bien que se le cayera al coordinador o secretaria de turno.

Como uno de los varios asistentes, creí que hizo bien la profesora cuando solicitó públicamente en ese salón frío y lleno de tristes personajes que cumplen por cumplir, algo a lo que denominó: “Humildad Académica”.

Pero no fue lo que pensaron los demás. La destrozaron. Ante el menor asomo de duda en las palabras de su presentación en power point, fueron como dirían los españoles: “A por ella”. Los profesores olvidaron que no sabían realmente el propósito de la actividad, que estaban allí a sabiendas de que el escenario era un teatro obligado, que ellos tampoco tenían claros sus propios proyectos y, peor aún, se alejaron de su labor de construcción de ideas y omitieron que ante la solicitud de la profe novata podrían haber buscado sumar en lugar de destruir su trabajo. Especialmente lo olvidó el profesor guía, puesto que fue, sin dudarlo el primero en señalarla, atacarla, empalarla sin haberle brindado la orientación ni las herramientas para materializa su tarea incomprensible.

Todos salieron convencidos de que hacían aportes al trabajo de la profe, creyendo que sus comentarios mejoraban su propuesta cuando en realidad les dejaba a ellos la idea de sentirse superiores y les permitía en últimas cumplir su cometido en la reunión, se habían dejado ver más allá de firmar la planilla que solo importa para los no asistentes, habían logrado autoconvencerse de su inteligencia, sumaban un escalón para volver a ser contratados en el próximo semestre -de cuatro meses-.

Al salir de la reunión vi en esa profesora primeriza aún algo de miedo, pero más evidente era su tristeza e insatisfacción con el espacio y el ejercicio. Por fortuna, la hora ya apremiaba para perderse en las clases propias y en el regreso a casa, tal vez esto último, lo que más le importó finalmente.

Fue una dura lección que se repite constantemente en las universidades. Quien muestra inseguridad, requiere asesoría, busca acompañamiento, muestra ilusión, es paradójicamente acechado por colegas, que como buitres huelen el miedo y la candidez del nuevo. Aprovechan sin dudar para exponer su propia hoja de vida, los defectos en las ideas del otro y lucir como los únicos dueños del conocimiento.

Si existe algo escaso en la academia es justamente la Humildad Académica que ella solicitó. Probablemente la profe no la vuelva a invocar.


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2 comentarios

  1. Hola Andres,
    He leido algunos de sus blogs. Estan muy buenos, muy sinceros.
    No se si me reconozca. Me llamo Nestor Garza, creo que vimos un curso juntos en la maestria en economia.

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    1. Se trata de cultivar un espacio auténtico, muy ligado a la cotidianidad q enmarca la labor docente. En esto se aprecian buenas y malas culturas, así como momentos de logros y decepciones. Gracias por la lectura y el comentario. Estaré atento a sus valiosas opiniones.

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