#SINEXCUSAS

mayo 28, 2020

En el ejercicio docente escuchar excusas es tan común como calificar.

Las hay de todo tipo: personales, familiares, laborales, médicas, financieras, sexuales, espirituales, tecnológicas, políticas, animalistas, ambientalistas, entre un vasto archipiélago.

Muchas son verdaderas y legítimas. Pero muchas otras no y afectan los ritmos y calidades de los cursos y de los nuevos profesionales. Con ellas se justifican inasistencias, la no entrega de trabajos, la ausencia en el día exacto de la presentación programada, reposiciones, inscripciones tardías a los cursos-incluso de mitad del semestre-, entregas individuales de un trabajo que se pactó grupal o, la presentación grupal de uno individual.

Uno quiere creer en la palabra y la buena fe de las personas, pero años de experiencia en el “gremio” me hacen pensar que existe uso y abuso de las excusas. He realizado la tarea extraña de verificar bastantes, especialmente, después de haber sido engañado monumentalmente por una estudiante. Estar en la U facilita el chequeo y minimizo el riesgo a que se "aprovechen de mi nobleza".

Entre los hallazgos cuento numerosas decepciones y engaños. He encontrado falsedad en documentos médicos, funerarios, laborales, sumados a testimonios de mis exestudiantes, quienes tienden a ser más abiertos -igual que yo- cuando ya no existe nota de por medio.

Hay que decir, con tristeza, que se han convertido en la cotidianidad universitaria. Se pasa más tiempo en clase escuchando excusas que resolviendo dudas temáticas.

El momento de presentar una excusa es tal vez el momento único y feliz en el que el docente puede escuchar al estudiante desconocido argumentando un tema: el suyo. Constituyen, en mi concepto, una buena parte de la explicación a la mediocridad y bajo nivel a largo plazo de los profesionales del país, mientras el profesor es el perjudicado en el corto.

Nadie piensa en el costo de oportunidad de tener a un docente -usualmente todos tienen alta formación-, calificando un taller o parcial mediocre por segunda y tercera ocasión o, diseñando un supletorio del supletorio. El trabajo se multiplica y las más de las veces todo sucede fuera del cronograma laboral. Los buenos estudiantes no necesitan estos procesos.

Y los directivos, bien gracias. Frecuentemente impulsan estas situaciones como oportunidades para usar su parcela de poder, lucir como solucionadores "inteligentísimos" de problemas, congraciarse con los estudiantes, justificar sueldos y en ocasiones generar rumores malintencionados.

En el extremo recuerdo a un director que solicitaba que calificara trabajos no presentados y repetir clases para un par de estudiantes que perdieron su vuelo vacacional desde Miami, habían faltado a todas las sesiones de un intersemestral. Me negué, pero varios de mis colegas "decidieron" hacerlo, el miedo a la cuchara.

Todo profesor arma un esquema de temáticas, estrategias y también de calificaciones. No he conocido un caso de diseño del curso que busque que nadie apruebe. Pero varios directivos desacreditan al profesor y le exigen “ayudar” al estudiante, como si esto fuera la única obligación misional de la institución. 

"La ayuda del apoyo de la colaboración de la recuperación nos refleja como sociedad mediocre". Directores, decanos, vicerrectores, rectores, secretarios, y múltiples etcéteras no parecen comprender qué significa esto para la calidad que afirman defender. Y luego se caen los puentes en las carreteras.

De poco sirven los reglamentos sobre el tema. Los hay llenos de contradicciones, incoherencias y vacíos. Tienen excepciones tan numerosas que todo constituye fuerza mayor. Son leyes de burlas en la mayoría de las ocasiones.

En este sándwich, no hay elección para el docente. Debe aceptar y diseñar las nuevas actividades, luego aguardar por reclamos incomprensibles. He atestiguado varios casos; he recibido varias veces quejas en las que se me acusa de discriminar estudiantes, los ponentes argumentan que irrespeto la igualdad porque recibieron pruebas distintas a las de los compañeros que las presentaron con semanas o meses de antelación. Los directivos en varias ocasiones avalan. Esto es más común de lo imaginable.

Las excusas constituyen un tema de difícil manejo. Si no se escuchan se termina con fama de honorable parlamentario en el menor de los casos, pero atendiendo una, se reciben decenas. Muchas son insólitas seguramente procurando ser originales. 

Además trascienden todo escenario y momento, me las han acercado en horarios no laborales y festivos, en espacios privados, en el almuerzo, en canchas deportivas, cafeterías, calles, buses y bares. También se presentan por medios tan inusitados como facebook y otras redes.

En cuanto a la vía de presentación doy título de campeón a un estudiante que se ingenió la manera de conseguir el número de mi casa. Era un feliz domingo futbolero, al regresar del tercer tiempo, recibí el recado de trámite de carácter URGENTE -sin soporte-. Dejó la razón de su excusa con mi papá en la época en la que aún compartíamos apartamento.  Así lo anotó él, en mayúsculas y subrayado. Fue imposible ignorar el caso porque mi papá, que todo lo olvida sobre mí, me lo recordó diariamente durante tres semanas.

He procurado sensibilizar a mis estudiantes en cada universidad en la primera sesión. Propongo para ello el #SINEXCUSAS. Es lo primero que escribo en el tablero -exceptúo, por supuesto, las que avala el reglamento institucional-. El # me ayuda a lucir moderno, atrae la atención y deja un mensaje latente en cada inicio, lo repito en la mayoría de las sesiones.

Pregunto posteriormente acerca de cómo ven el país y si gustan del comportamiento de congresistas que no asisten a las sesiones, duermen en ellas, presentan excusas ridículas y cobran los viáticos, también sobre aquellos que no leen pero firman las leyes, o los que no respetan los tiempos entrando solo a firmar para poder cobrar y retirarse temprano, es decir, la orquesta de excusas para no hacer las cosas bien que tenemos como pan diario.

Coincidimos en que todo el mundo tiene una, en que las buenas intenciones no son suficientes para enderezar el país. Todos ven la paja en el ojo ajeno, se decepcionan de lo que somos y critican las actuaciones de “los otros”. Se quejan de Simón Gaviria, Gerlein, Petro, Uribe, Pastrana, Mockus, Santos, de todos. Parece funcionar. De hecho, se genera un ambiente de complicidad hasta que en la cuarta sesión alguien llega con la excusa sobre la mascota del vecino del primo en segundo grado.

La cultura arrastrada por años no es fácil de vencer. Inercias estudiantiles -de las que también hice parte-, los llevan a creer que deben ser excusados bajo cualquier circunstancia. Torpes directivos, sordos y desinteresados refuerzan dicha creencia. 

Docentes complacientes y paternalistas hacen que quienes quieran impulsar algún nivel de exigencia y de trato profesional sean vistos como problemáticos o malas personas; aquellos que defienden su contrato simplemente callan mientras que, los que quieren ser bien calificados sin prepararse ni exigir, promueven la cultura de “hacerse pasito”.

He partido de algunas universidades, no exclusivamente por las acciones de los estudiantes, en últimas, siguen la teoría económica -buscan maximizar la calificación al menor costo posible-, sino por el agotamiento con este y muchos otros temas que producen decepción y me hacen sentir quijotesco. Las respuestas de directivos que inician el semestre con actitudes y palabras que los hacen más papistas que el papa para defender el reglamento y llamar a la exigencia, se convierten velozmente en pusilánimes saludos a la bandera a la hora de proteger al docente que busca ofrecer calidad y responsabilidad.

Replico el Hashtag en tableros, pizarras en plataformas tecnológicas, como encabezado de talleres, controles y parciales. Es difícil cambiar culturas. Por procurar concentrar los tiempos de clase en los temas pactados, buscar impulsar sin paternalismo nocivo, querer exigir bajo parámetros normales, he sido acusado en  innumerables ocasiones de patán, insensible, intolerante, mal ser humano, entre otros que no deseo recordar.

No es de sorprender que el país tenga los gobernantes que ellos critican. Es lógico y previsible, la educación es causa de muchos de nuestros bienes y males. Nadie se compromete y a nadie le importa. Al momento de la evaluación docente unos me aman y otros … me odian profundamente. Soy el doctor Jekyll para unos y el señor Hyde para el resto. Toman el tema como personal. Los comentarios evidencian su rabia contra la imposibilidad de justificar sus bajos resultados explicados por la posición de Neptuno.

La campaña es desgastante y se tiende a sucumbir. ¿Quién soy acaso para establecer un fuerte de resistencia contra la mediocridad y la ineptitud, quién para luchar contra las prácticas no meritocráticas que se reproducen en la sociedad, quién para evitar que la inercia nos carcoma, quién para enfrentar a directivos cómplices y quién para darse el lujo de buscar nuevos contratos docentes y saltar entre IES?

En una tarde de lluvia una exalumna me abordó en el andén de la calle, justo antes de entrar al edificio a dictar con un grupo con el que sentía que había fracasado en este y otros temas. Se dirigía a su clase de posgrado dos años después de acabar un curso de microeconomía intermedia que me confesó, sufrió hasta el último día.

Yo no sabía su nombre y el curso que compartimos se me refundía. Mientras nos mojábamos afirmó que no se acordaba de mi apellido, pero sí de la clase, sobretodo del Hashtag y que a través de este empezó a buscar en sí misma y no en otros, ni en las circunstancias, la razón de sus resultados. Explicó que ello le había permitido un clic que la llevó a apersonarse de diferentes campos de su vida para mejorar.

Un pequeño paso para el docente y un gran paso para la academia que me ayudó a resolver las preguntas planteadas y me recordó quién soy: Su Profesor!!!


También podría gustarte

0 comentarios

Like us on Facebook