EL MURO DE LAS LAMENTACIONES

junio 06, 2020

Los empresarios acusan usualmente a los universitarios de desconexión con la realidad y el país, también de ignorancia sobre la práctica profesional. Las encuestas suman ahora bajo desempeño, evasión de responsabilidades, transmisión de culpas a los colegas y jefes, además, dicen que son quejumbrosos.

Pero los nuevos profesionales los superan. Se quejan de horarios, actividades a realizar, colegas y supervisores, descansos, la misión institucional, el salario, el asiento, fealdad de los compañeros, refrigerios muy calientes.

Un mundo de “quejetas” habría dicho mi mamá. Y este es apenas uno de muchos aspectos que enmarcan nuestro torcido mercado laboral. 

Las quejas fundamentadas y pertinentes deben ser bienvenidas para generar cambios, con ellos aumentar la satisfacción laboral y mejorar los desempeños organizacionales. Pero si no es el caso, lo que se observa es un escenario de bajo compromiso, mediocridad y de adicción a la condescendencia.

En las universidades la gente excusa su bajo rendimiento académico "argumentando" que si el texto tiene gráficos y recuadros es una cartilla de primaria, si contiene ecuaciones, es un ladrillo; el horario es malo si se debe madrugar -concuerdo-, o si es a mediodía o de noche. No hay uno bueno.

Más lamentaciones: el salón es muy frío o es un hervidero; es gigante o pequeño; no hay equipos o son viejos, si son nuevos la molestia es no poder manejarlos; malo si el curso es teórico o si es práctico; un solo autor implica falta de variedad, leer varios impide explorar con profundidad un referente. Hoy todo se critica y siempre los males radican en factores externos al estudiante.

El principal, sin duda, es el profesor. Es malo si los mira o si no lo hace; está mal exigir y ser laxo; hablar suave es paternalismo y/o favoritismo, algo de enjundia y orden lo convierten en dictador. Las lamentaciones y excusas son tan numerosas y variadas que un libro con "n" ediciones sobre el tema se escribe solo.

El estudiante como cliente se convierte en un profesional de las quejas y luego las genera en el mundo laboral. Un círculo nada virtuoso.

Trabajar con restricciones es algo inherente a la vida. Por supuesto está bien querer mejorar, pero quedarse en la queja es nuestra cotidianidad. Si quejarse más estuviera a la par de hacer más, tal vez no habría lío, pero entre tanta lamentación se ingresa sin retorno al círculo. Los directivos, en lo de siempre, hacer la vista gorda y cuidar su silla, de vez en cuando un paño de agua tibia.

Muchos estudiantes usan la evaluación docente para vaciar críticas irrelevantes sobre el desempeño de sus profesores. Entre los temas evaluados se tienen sus vestidos, autos, gesticulaciones, edades, estatus, gracia de los chistes y belleza. La calidad y el cumplimiento en las clases son temas marginales.

Empoderar a los estudiantes y llevarlo al máximo es algo que llena la boca de directivos e infla el orgullo institucional. El inconforme mercado laboral no les brinda razón. La insatisfacción es el pan diario.

Exigir en las clases implica revancha en el muro de lamentaciones en el que se convirtieron las evaluaciones docentes. Por ello muchos docentes dejan de hacerlo y otros se retiran apenas tienen opciones laborales diferentes. 

Como todo tema cultural los pasos para corregir son enormes. Se requiere de mayor balance, las instituciones deben evitar la inercia del ejercicio y su mal uso. Promover aspectos puntuales de la evaluación, validar solo el juicio de quienes terminen los cursos y concientizar sobre la importancia de buscar objetividad podrían ser un buen inicio. 

Mientras esto ocurre puedo fallecer y noto que no tenemos lugar para ejercer el desahogo puesto que la nota es un tema diferente, aunque existen docentes inmaduros que usan las calificaciones para ello. Naranjas y manzanas.

Cambiar los quejumbrosos mundos estudiantiles y laborales demorará, propongo equilibrar las cargas. Si yo fuera rector, construiría un muro de las lamentaciones de uso exclusivo para quejas profesorales. Podría dividirse en secciones, una sobre directivos, otra sobre estudiantes y hasta debería abrirse espacio a las que generan padres de familia y otros docentes. Sería más extenso y costoso que el que propone Trump para separarse de México, pero valdrá la pena. 

La catarsis mejorará los humores al compartir las anécdotas, se generarán sentimientos de empatía por los docentes, se promoverán climas más sanos, se evitarán secciones de blogs personales -como ésta-.

Un lugar que dará lugar a volúmenes interminables de infinitos evangelios profesados por los profesores. Una Biblia llena de testamentos docentes. La titularía “Una Investigación Acerca de la Naturaleza y Causa de las Lamentaciones Universitarias”. 

Vaya uno a saber y resulte en 250 años nombrado como el padre de toda una nueva disciplina: "El Lamentacionismo".

 

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